LA QUIROPRÁCTICA COMO ESTILO DE VIDA
Saludos queridos lectores, les escribe Amri Bellido, quiropráctico y naturópata (Médico Naturista).
Recomiendo adoptar la quiropráctica como un estilo de vida, ya que mi propósito es brindarle la hermosa oportunidad de mantenerse sano de por vida. Sí, así como lo oye, porque si al terminar este escrito mi voz no resuena en su mente, cualquier otra verdad, no será suficiente.
Les traigo un cuento corto, que podría ser verdad o mentira y en él mucha realidad conseguiría.
Un joven como de doce años, fue de visita con su madre a lo de un familiar, quien le prestó el servicio de cortarle el cabello. Dada la falta de implementos y lo informal de la tarea, al finalizar, el joven se quitó la franela (sudadera) para limpiarse los restos de cabello; en esos momentos el familiar se percató de que en la espalda del joven algo no estaba bien, notaba una paleta (escápula) salida que sobresalía más que la otra. El familiar le recomendó a la madre del joven llevarlo a un especialista. Pocos días después, madre e hijo estaban en consulta con un traumatólogo; al examinar al joven, le pidió que se subiera sobre un pequeño escabel (un tipo de escalón, banco de madera); y del mismo lado donde sobresalía su escápula, colocó debajo de su talón un pequeño cuaderno.
Al hacer esto, como por arte de magia, la escápula se emparejó con la otra. El médico hizo unas mediciones y determinó que una de las piernas del joven, la derecha, tenía 1 cm menos de longitud. Le informó a la madre que eso era normal, que la mayoría de las personas nacen así, y que la solución era indicarle el uso de por vida (dentro o fuera de su calzado) una plantilla de 1 cm de espesor a manera de suplemento debajo de su talón para eliminar de manera artificial la aparente cortedad de su pierna. El joven, que como bien propio de su edad era muy activo, empezó a notar un intenso dolor en la rodilla derecha al practicar deportes, además de lo incómodo que le resultaba llevar dentro del calzado un suplemento, que por el espacio que ocupaba hacía que casi se le saliera el calzado.
Recién dieciséis años después, el joven se dio cuenta cuan equivocado estaba el doctor. Empezó a sentir un gran dolor como de quemazón entre las dos escápulas, propiamente en la columna, que no cedía prácticamente con ningún fármaco. Cercano a ese suceso que duró varios días entre un relativo alivio con episodios de fuerte dolor, le recomendaron a un terapeuta poco conocido pero con pocos años en el país que había tratado a unos vecinos con dolores de origen similar. Dicho terapeuta se autodenominaba quiropráctico, cuya disciplina, aquel joven ya con veintiocho años, escuchaba por primera vez. El terapeuta se dispuso a auscultar al joven y en su análisis determinó que el dolor provenía de las 1era y 2da vértebras torácicas; él le informó que dichas vértebras estaban en mala posición, ligeramente rotadas una hacia la derecha y otra hacia la izquierda. El terapeuta denominaba compensación articular a este hallazgo e indicó como causa el uso de la plantilla por tantos años. Cuando alguna de las piernas es suplementada esto genera cierto estrés en la columna y ella compensa ese desequilibrio adaptando las vértebras a una nueva postura.
En la primera sesión el joven no salió del todo aliviado (a causa de una lesión acumulativa de varios años), pero esa noche logró dormir, suceso natural que él hace varios días no conocía. Además, gracias a ciertas manipulaciones, el terapeuta le devolvió el largo original a la pierna del joven, sí, pareció que su pierna creció ese centímetro que según aquél traumatólogo le faltaba. El terapeuta indicó unas placas Rx de tórax y en efecto, las vértebras estaban rotadas. En un lapso de cinco sesiones, el terapeuta no logró reubicar por completo dichos cuerpos vertebrales pero logró la disminución del dolor en casi un 90%, sin el uso de fármacos. Y como buenos pacientes (que son la mayoría) al medio sentirse bien, no volvió más, haciéndose el desentendido sobre las recomendaciones para una rehabilitación completa.
El muchacho dio las gracias a su terapeuta y no volvió más, se llevó de recuerdo una espalda aliviada y echó a la basura la tan incómoda plantilla de talón, causante de su lesión. Antes de irse preguntó al terapeuta: ¿Yo nací en verdad con una pierna corta? y el terapeuta contestó: no amigo, tú sufriste lo que sufrimos todos los humanos cuando no le damos el adecuado mantenimiento a su columna, tenías una o más bien varias sub-luxaciones generadas por la compensación en tu columna. El joven, con su mente en un millón de cosas a la vez, no insistió en pedir una explicación más detallada, ya era tarde y estaba contra reloj. Lo importante es que estaba aliviado y podía volver a su vida normal. No supo cuán equivocado estaba, hasta que dos años después la mala ejecución de un ejercicio en un gimnasio, lo envió de nuevo a solicitar los servicios del terapeuta en quiropráctica. En esta oportunidad, la causa fue responsabilidad del joven, una lesión muy común en los gimnasios, haciendo sentadillas con barra, la barra se le aproximó demasiado hacia el cuello y el peso le provocó un gran dolor. Al dejar de hacer el ejercicio, el dolor desapareció casi en su totalidad, pero a medida que pasaban los días, empezó a sentir un hormigueo en los dedos de su mano izquierda. Gradualmente empezó a tener problemas para conciliar el sueño y el hormigueo iba en aumento, adicionalmente apareció la pérdida de fuerza en dicho miembro superior. Al tomarse nuevamente otra Rx por sugerencia de su terapeuta, pero en esta oportunidad en el cuello, el terapeuta le indicó al joven que su sexta vértebra cervical había sido sometida a un peso considerable que la desplazó ligeramente de su sitio.
Imagínense todo lo que provocó sólo un desplazamiento (pensaba para sus adentros el joven) ¡gracias a Dios que el peso no fue mayor!, increpó el terapeuta al joven. Así otra vez el joven inició sus sesiones; pero ya ahora casado y sometido a más compromisos, no asistía las tres veces por semana que le recomendaba su terapeuta dada la gravedad de su lesión. Solo asistía una vez, conseguía alivio y volvía una o dos semanas después. Por supuesto la terapia se había convertido en un paliativo, tanto como un fármaco, que lo tomas y te alivias.
Semanas después, una crisis de dolor llevó al joven, a regaña dientes, a cumplir con la sugerencia de su terapeuta (asistir tres veces por semana). Sólo al final de la tercera sesión seguida, empezó a manifestar un alivio prolongado, recuperando la fuerza en su brazo izquierdo y otra vez empezó a dormir como Dios manda. Dicho suceso le pareció tan aleccionador, que tuvo curiosidad por aprender más sobre la profesión del terapeuta y le preguntó si podía ser su asistente por un tiempo (solo para observar). Semana a semana el joven fue descubriendo como diferentes patologías, no solo las referentes a huesos y articulaciones, desaparecían gradualmente con la aplicación del ajuste quiropráctico en columna. Desde sinusitis hasta problemas digestivos, desde insomnio, pasando por afecciones circulatorias hasta afecciones de vejiga.
El muchacho hallaba todo esto casi mágico, ¿cómo un terapeuta que sólo ajusta la columna lograba que un paciente recuperara su fecundidad? o que otro regulara su tensión arterial? Hasta que me explicó que por la columna pasan todos los nervios que bajan del cerebro y le dan, no solo impulsos nerviosos a los órganos, sino que también le dan vitalidad, vida a todos los tejidos; y cuando alguna vértebra está poco o mucho fuera de su posición natural, ésta comprime o pellizca algún nervio, generando dolor, contractura muscular, ardor, desconsuelo, hormigueo y por supuesto un gradual deterioro de dicho o dichos órganos dependientes de ésta ramificación nerviosa, afectada por la compresión vertebral o sub-luxación articular.
El terapeuta le enseñó al joven que él no cura a nadie, solo le devuelve el equilibrio bio-mecánico a la columna del paciente y su organismo hace lo que mejor sabe hacer (auto-curarse, auto-regularse) y en éste sencillo enunciado se recoge la filosofía de la quiropráctica. El terapeuta sólo contribuye a devolver la armonía al sistema musculoesquelético, el organismo hace el resto.
El joven ya tenía aproximadamente dos meses observando cómo el terapeuta restablecía ese equilibrio en cada paciente que venía y cómo cada día más aumentaba su clientela. El terapeuta viendo que, si seguía en esa escalada, en la cual cada vez más pacientes conocían de su existencia, sabía que en pocos años o meses, necesitaría de mano de obra calificada. Así que le dijo a su aprendiz: amigo noto que usted pasó de saciar su curiosidad a sentir casi como vocación ésta disciplina, ¿le agradaría trabajar formalmente conmigo?. El joven con una sonrisa que no le cabía en el rostro le dio un rotundo ¡sí! y el terapeuta le dijo “le tengo dos noticias, una buena y otra mala”, el joven frunció el ceño, “la mala es que yo estudié esta carrera en el exterior y en esos momentos en este país no existía”; “pero la buena, actualmente en éste país hay varios institutos de terapias alternativas que brindan la enseñanza de dicha carrera técnica. Aquí dicha carrera dura tres años, si lo deseas, puedes iniciar tus estudios, eso sí, no podrás atender pacientes hasta que yo corrobore tus destrezas en ésta disciplina”. Y bueno, a medida que el joven fue escalando materia a materia, nivel a nivel, el terapeuta le asignaba tareas cada vez más complejas a través de las cuales (y bajo su supervisión) iba desarrollando cada vez más habilidades. Al cabo de los tres años, el joven se graduó, empezando formalmente su trabajo. Meses después, por causas familiares el terapeuta tuvo que volver a su tierra natal y al despedirse del joven le dijo, no logré echar raíces en ésta hermosa tierra, pero aquí dejo una semilla que tiene la oportunidad de florecer por mí, ¡adiós querido colega!
Esa es la historia del colega formado por aquel hombre y del cual tuve el honor de ser formado.
Autor: Amri Bellido Caballero