Almas Gemelas o Relaciones Kármicas – ¿Mis Maestros de Vida?
Todas las personas que hemos conocido en cualquier momento y que han marcado significativamente nuestra historia para bien o para mal, son nuestros maestros de vida, aunque algunas veces se nos dificulta entenderlo. Desde las personas que nos dieron la vida hasta las personas con quienes pasamos las experiencias más placenteras o desdichadas, nos han regalado la oportunidad de evolucionar, superarnos y crecer. Por lo general, no aprendemos tanto de las experiencias agradables o de las personas que vienen a llenar nuestros espacios con momentos felices, sino que los mayores avances hacia la madurez llegan con el encuentro de esas personas que rompen los esquemas de consciencia donde nos sentíamos seguros y protegidos.
Cuenta la leyenda que nuestra vida está llena de serendipias, casualidades que son realmente causalidades y almas afines con quienes pactamos encuentros, para resolver asuntos inconclusos de otras dimensiones o simplemente evolucionar. Esas personas que giran nuestra rueda del samsara, para bien o para mal, son llamadas almas gemelas, llamas gemelas o relaciones kármicas. Esto pudiera ser solo mitos que si se creen o no, pues, eso depende ya de cada quien, pero vamos a estar claros, seamos o no buscadores de la espiritualidad, de lo que sí podemos estar seguros es de que existe un plan perfecto para cada uno de nosotros y este plan divino es dirigido por una fuerza superior, infinitamente poderosa, que mantiene en equilibrio nuestro sistema. Esto es innegable, en el universo todo tiene una ocupación que depende y contribuye al desarrollo de algo mayor, entonces, sin tanto que profundizar en el hecho, la vida misma por reciprocidad tiene que ser igual. Bien dice un sabio refrán popular “cuando el aprendiz está listo aparece el maestro” y pienso que esta frase es tan certera e impecable como la vida o la muerte. Todo lo que está pactado para el cumplimiento de nuestros propósitos, va a suceder ¡si o si!. Lo que es para uno tarde o temprano llega y esto aplica a todo lo bueno que esperamos y también a todo lo que resistimos o no queremos.
La vida comprende todo y necesitamos tomarlo todo como viene, simplemente así es. Cuando nos encontramos frente a la experiencia maestra comienza la noche oscura del alma, esa que expone el famosísimo “viaje del héroe”. Esa noche oscura del alma, es el camino a recorrer antes del amanecer que ilumina el gran despertar, es el impulso que se necesita para dar el gran salto cuántico hacia la ascensión espiritual o como te resuene llamarla. El caso es que, existen experiencias innegociables por las que todos, absolutamente todos tenemos que pasar, solos o en compañía, aunque no bajo las mismas condiciones, claro está. Nadie puede controlar los acontecimientos, ni los sentimientos, ni los comportamientos de las otras personas, eso es algo totalmente ajeno a cualquiera, pero si hay algo en lo que tenemos poder absoluto es en nuestra flexibilidad al momento de resignificar lo vivido. Sea cual sea la magnitud de afectación que cualquier situación negativa pudiera dejarnos, la única vía para alcanzar la paz interior se encuentra en la aceptación, aceptar es confiar en que todo sucedió de la única manera que podía pasar, que todo tenía que ser tal y como fue, etc. ¿Para qué puede servir atormentarse pensando que habría sucedido si (tal o tal cosa)? Lamentablemente, todavía no está disponible al público en general, una herramienta que nos permita retroceder el tiempo para cambiar nuestra historia, ¡any way! -fíjate, este mismo minuto, cuando estés leyendo el siguiente párrafo, ya será parte de tu historia… Quédate con esta perlita para cerrar la idea.
Ahora bien, tomando en cuenta que no podemos omitir las escenas infelices del pasado, enfoquemos la atención en lo que sí podemos hacer, ¿Te parece?
Es algo simple, aunque se vea complicado. Lo que sí podemos hacer con el contenido emocional resultado de esas memorias dolorosas, es resignificarlo para sacarle el mayor provecho, ¿Cómo? bueno, sanando las viejas heridas para empoderarnos desde sus cicatrices e ir al encuentro de nuevas oportunidades. Sé que no es fácil recordar esa experiencia tormentosa en la que nos sentimos tan devastados y que llegamos a pensar que sería casi imposible superar, pero si hoy día a pesar de haber creído tal fatalidad, aún estamos vivos, si aún respiramos, entonces obviamente “Si” lo hemos podido sobrellevar. Esa situación o persona, no tuvo el poder de vencernos, aunque pueda ser que en el fondo todavía existan sentimientos que hacen daño. Las malas experiencias del pasado solo pueden dañar el presente o el futuro cuando le otorgamos ese poder al revivirlo en nuestros pensamientos una y otra vez. Es importante tomar en cuenta los aprendizajes claves conquistados en el pasado, porque son precisamente esas experiencias las que nos han convertido en el maravilloso y complejo ser humano que somos hoy. Cualquier situación o inconveniente, por más terrible que haya sido, ofrece una gran oportunidad para encaminar nuestros propósitos y cuando por fin lo superamos, deja un regalo que transforma el alma y nos ayuda a crecer. Esos regalos de aprendizaje forman el carácter, expanden la visión y mejoran la actitud para cumplir con esa misión particular, establecida en nuestro espíritu desde el principio de la vida.
Para nadie es un secreto que los procesos más dolorosos son los que traen consigo los mejores regalos de madurez, valentía, determinación, amor propio o de pareja, tolerancia, humildad, conciencia para mejorar la salud, enseñanzas para la administración del dinero, entre otras que según la experiencia de cada quien, se podrían agregar aquí. El proceso de sanación de las heridas más profundas siempre dependerá de la forma en que enfrentamos las batallas personales. Es imposible cerrar un ciclo cuando no se honran las pérdidas antes de reconocer las victorias. El espíritu crece con la humildad y no hay humildad sin reconocimiento hacia los demás y rendición frente a lo perdido. Cuando cerramos bien un ciclo podemos capitalizar mejor las ganancias, nuestra vibra cambia totalmente, nos abrimos a disfrutar lo que tenemos y las circunstancias comienzan a fluir positivamente. En cambio, cuando no cerramos bien un ciclo, el ego se siente herido, nos sentimos pesados, llenos de culpa o resentimiento, se limitan las fuerzas para avanzar y podemos quedar atrapados en ciclos tóxicos interminables, donde se repiten las mismas historias, pero con diferentes personajes. La vida es como la escuela del alma y cuando no hemos aprendido bien la lección tenemos que repetirla hasta aprobar y ser promovidos.
Coaching Notes tomadas de mi nuevo libro “Proyecto Mi” para cerrar definitivamente los Ciclos Tóxicos:
Como primer paso es importante asumir la responsabilidad frente a los resultados de la amarga experiencia que se desea liberar, esto se logra tomando consciencia de la idea “Nada me sucede sin mi previa autorización” cuando consigo ubicarme en esta posición entonces, recupero mi poder personal y, en consecuencia, puedo discernir porque la experiencia se repite y como me afecta.
Como segundo paso, la rendición; rendirse es soltar toda resistencia, aceptar todo tal y como es. Hacer esto, nos permitirá integrar las diferentes dimensiones de la experiencia sin hacernos tanto daño y nos ayudará a ser resilientes para superar la adversidad. El proceso de resiliencia requiere vivir el duelo. El duelo es el espacio de transición post pérdida que necesitamos recorrer para llegar a una nueva etapa de la vida. Es como un vacío doloroso que queda al final de una experiencia y por lo general, viene acompañado de profundos cambios en las rutinas habituales, por eso se hace tan difícil sobrellevarlo. Todo duelo amerita tomar decisiones para trascenderlos y cerrar ciclos, cosa que no es nada fácil, porque todo cambio produce dolor. Para que un duelo sume un saldo positivo a favor, es necesario cambiar la visión de tragedia por aprendizaje, porque cuando descubro que es lo que necesito aprender y lo integro, mi percepción cambia, veo con mayor claridad todo el panorama y puedo avanzar.
A continuación, te regalo un ejercicio que te servirá para cerrar ciclos con experiencias o relaciones tóxicas.
Habla contigo frente al espejo, llámate por tu nombre en voz alta, cuéntate la situación, acéptala tal y como es, ríndete frente a ella, (puedes ponerte de rodillas y en silencio traer a tu mente las imágenes que recuerdes de la experiencia, luego respira profundamente y etiqueta cada pensamiento con un color, forma o nombre y archivarlos en un carpeta que diga “gracias a Dios que todo esto ya paso”) luego, regálate el famosísimo minuto de silencio y deja que fluyan las emociones, permite que los sentimientos que aparecen te muestren lo poco o mucho que esos recuerdos te afectan, ten presente que en ese momento solo estas tu contigo y puedes expresar tu vulnerabilidad con total libertad, nadie más está allí para juzgarte, estas con la persona más confiable que conoces y puedes desahogarte.
Luego, cuando sientas que soltaste esa carga, levántate y ánclate en el presente, para hacerlo, te recomiendo mirar la fecha, la hora y decir “Hoy es (fecha del día) el único día que tengo disponible, puedo dejar todo esto atrás porque ya pasó, gracias a Dios ahora puedo ver lo que antes no veía”. Luego, escribe en la agenda una pequeña lista de los recursos con los que cuentas en el momento para superar ese ciclo definitivamente, apóyate en eso y compromete tus esfuerzos para lograr nuevos objetivos. Un simple movimiento que cambie tu rutina será suficiente para comenzar.
Este ejercicio, puedes hacerlo durante varios días hasta que sientas que algo hizo click dentro de ti, toma el tiempo y el espacio que necesites para profundizar el duelo, los duelos sanan cuando se honran las cicatrices y solo hay honra cuando se puede agradecer y mirar las pérdidas con los ojos del ser.
“Cuando reconozco lo que perdí es que puedo darle un lugar en mi historia y trascenderlo”.
Podemos notar que un ciclo realmente se cierra cuando sentimos paz o libertad al recordar la persona o experiencia que producía dolor “Si puedo mirar los recuerdos solo como una pieza más en el rompecabezas de mi vida, entonces puedo decir que el ciclo cerró. ¡Soy libre!
Autora: Doraisabel Herrera